Crisis y Universidad: de intelectuales a
hacedores de ‘papers’
Fernando García-Quero
miembro de Economistas Sin Fronteras
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La Universidad está inmersa en un proceso que aniquila
intelectuales y los convierte en un nuevo tipo de ser académico cuyo fin último
es hacer papers. No se se fomenta un profesorado que intente enseñar más allá
de los cánones establecidos o colabore con asociaciones u organizaciones
sociales.
Aunque parezca mentira y difícilmente creíble, la evolución
durante las últimas décadas de las políticas públicas en el ámbito
universitario español ha generado unos incentivos perversos que están acabando
con la reflexión y el pensamiento crítico en todos los niveles de la sociedad.
En el sistema universitario español no se valora ni se fomenta en absoluto un
profesorado que prepare clases, envíe trabajos a sus estudiantes y los corrija,
intente enseñar más allá de los cánones establecidos, imparta charlas fuera del
ámbito académico sobre cuestiones que considere importantes para formar
ciudadanos con ideas propias, colabore con asociaciones u organizaciones
sociales, escriba en medios divulgativos para transmitir lo que hace, o se
preocupe por influir en sus entornos más cercanos.
Esas actividades, que para cualquiera que no conozca el
funcionamiento de la Universidad pueden parecer las obligaciones diarias del
profesorado universitario, no sólo no lo son, sino que la persona que las lleve
a cabo está dificultando considerablemente sus posibilidades para consolidarse
en las plantillas de las universidades españolas.
Quien realiza ese tipo de actividades porque las considera
imprescindibles para su labor académica está restando tiempo para lo que más se
valora en la Universidad española, publicar artículos científicos en revistas
con alto impacto, los llamados papers en el lenguaje anglosajón[1]. Papers que
en la mayoría de las ocasiones, al menos en ciencias sociales, que es el ámbito
que mejor conozco, no sirven para mucho, no aportan gran cosa a la sociedad y
no mejoran en absoluto la realidad más próxima a los investigadores e
investigadoras que los realizan.
Papers que están haciendo cada vez más difícil encontrar en
las universidades españolas profesorado con el que poder discutir de diversas
cuestiones desde una perspectiva multidisciplinar y crítica, profesorado que
asista a charlas por el gusto del saber, que lea más allá de lo indispensable
para publicar o que se implique en actividades con el fin de que la sociedad
mejore.
Las reglas de juego en la esfera universitaria española han
cambiado peligrosamente las motivaciones y los comportamientos de su profesorado.
La Universidad española, le pese a quien le pese, está inmersa en un proceso
que aniquila intelectuales y los convierte en un nuevo tipo de ser académico
cuyo fin último es hacer papers sin pausa, sin poso y sin reflexión. Aunque
nuestras universidades se vanaglorien constantemente de estar cada vez mejor
posicionadas en los rankings internacionales de excelencia, no engañan a nadie
y mucho menos a los que conocemos la situación desde dentro. Quienes estamos
inmersos en el sistema universitario español y quienes lo sufren en sus carnes,
estudiantes en su mayoría, conocemos bien lo que se cuece dentro y lo mucho que
dejan por desear grados, posgrados, maestrías y demás estudios ofertados en
nuestras facultades.
En mi opinión nada de esto es baladí y tiene gran influencia
en la realidad social, política y económica que nos está tocando vivir. Cuando
se conoce el funcionamiento interno de la Universidad y los estímulos bajo los
que se trabaja dentro de ella, se llega fácilmente a la conclusión de que al fin
y al cabo no es tan de extrañar la crisis multidimensional en la que nos
encontramos. Demasiado bien estamos, diría yo, sobre todo teniendo en cuenta
que en el lugar del conocimiento por excelencia, en el lugar donde deberían de
gestarse las alternativas y formarse seres humanos que luchen por la igualdad y
la justicia social, hay un sistema de incentivos para generar estudiantes
mediocres, sin reflexión y manipulables, académicos y académicas sin discusión,
catedráticos y catedráticas sin cátedra ni conversación e intelectuales sin
intelecto.
Claro está, así es mucho más fácil hacer cambios que van en
contra del interés general y favorecen los intereses de las minorías que
ostentan el poder. Por suerte para todos y todas, aún hay muchas resistencias y
un número considerable de profesorado y estudiantes, independientemente de que
se les valore o no, siguen luchando y trabajando por crear una Universidad cuyo
objetivo principal sea utilizar el conocimiento para una transformación social
hacia la igualdad. A ellos y ellas, mi gratitud y admiración, porque cualquier
cambio a mejor pasa por una Universidad comprometida, crítica y con capacidad
de lucha.
Nota:
[1] El factor de impacto es un indicador bibliométrico
dirigido a clasificar y evaluar la calidad de las revistas científicas. Cuanto
mayor factor de impacto tiene una revista, mayor calidad y rigor se le suponen.
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