miércoles, 21 de octubre de 2020

"Historia de una silla que se va y de un mostrador que se queda”

 

Existe una sensación de impotencia difícil de explicar cuando algo parece acreditado fehacientemente y, sin embargo, quien tiene  capacidad y autoridad para certificarlo, se niega o posterga indefinidamente la toma de su decisión.

 


Esta foto que aquí se reproduce,  pertenece a una serie de serigrafías encuadradas en una colección denominada “Situaciones en soledad con sillas de Piedraescrita” del  pintor madrileño Emilio Prieto y se llama algo así como –no lo recuerdo bien-  “historia de una silla que se va –o que- vuelve” (existían las dos).

Esta reseña me sirve, a modo de introducción, para mostrar la siguiente fotografía, cuya autoría no tiene la menor importancia. Lo importante de esta fotografía es el lugar donde está situado el elemento que en ella se destaca y más importante, aún, y por lo tanto reseñable, es la defensa de la institución que lo acoge –una institución universitaria- en salvaguardar a toda costa su integridad y preservarlo para que en el futuro pueda engrosar el inventario de su fondo artístico.

Humildemente y sin intentar siquiera emular la valía y maestría del pintor Emilio Prieto, he decidido titular nuestra fotografía con el nombre de “Historia de un mostrador que se queda”


 

La defensa que, de este mostrador, ha llevado a cabo la Universidad de La Laguna, a lo largo de más de año y medio, contra los ataques recibidos por parte de unos simples trabajadores y sus representantes sindicales, ha sido épica y digna de que la destaquemos en este humilde escrito para ser publicado en un humilde blog.

¿Pero qué tienen en contra de este mostrador los misántropos e insensibles trabajadores y sus representantes?

¿Qué nunca, las personas que allí realizan su trabajo, solicitaron la sustitución del viejo mostrador, adaptado a las necesidades de las funciones y del espacio en donde desarrollan sus tareas? Eso es verdad.

¿Qué nunca se solicitó informe previo ni a la Oficina técnica, ni al Servicio de prevención para la adquisición del nuevo mostrador, en donde se acreditara su idoneidad para el fin al que era destinado? Eso, también es verdad.

¿Qué nunca se solicitó informe previo para la reestructuración del espacio y para determinar el lugar en donde el mostrador debía ser ubicado? Bueno, eso, también es cierto.

¿Qué no cumple ni siquiera con las directrices emitidas en un informe elaborado con posterioridad  sobre la ubicación del mismo, argumentando la dificultad que entrañaría el  tener que cambiar unos cuantos cables? Pues, según parece, también.

¿Qué el único aspecto en el que se sustenta su adquisición es que permite el acceso a personas con silla de ruedas, en un edificio que no está adaptado para que puedan acceder personas en silla de ruedas?  Uff, complicada justificación.

¿O quizás, y también, porque su distinguido diseño no permite, ni siquiera, que las mamparas de protección que se deberían instalar en lugares donde es indudable la asistencia de un elevado número de usuarios, -máxime cuando se tiene personal con especial sensibilidad al COVID 19-, se puedan colocar delante de donde las personas que allí trabajan, cumpliendo así su objetivo? Parece evidente que en esto llevan razón.

¿Acaso piensan que las mamparas de protección son para protegerlos a ellos? . . . . . .


 

Sabemos que estos son los argumentos de estos insensibles trabajadores en contra del magnífico mostrador de algunas bibliotecas de la BULL, por el contrario, la Universidad de La Laguna antepone a  toda esta maraña de disparatadas e imprudentes reclamaciones, el incalculable valor cultural, artístico y sentimental del mostrador que mostramos en la fotografía que lleva por título “Historia de un mostrador que se queda”.

No puede ser, si no es en defensa de una causa mucho más elevada, que una institución educativa como la Universidad de La Laguna, anteponga la permanencia de un elemento instrumental a la salud de sus trabajadoras y trabajadores.

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